
Esa mañana cualquiera, en la que nada extraordinario va a pasar, en la que no hay nada especial para hacer, es el día ideal para estrenar la nueva pollera violeta.
Nos vestiremos lo más elegantes posibles, sí, con el colgante rojo también. Si el gatito quiere, le pondremos un sombrero.
Y veremos que el día nos sonríe, porque reconocimos que todos los días son especiales, y que salir a jugar al jardín, por ejemplo, puede ser toda una fiesta.